A menudo me encuentro con personas sedientas de amor, tan secas, gritando al mundo sus ansias por enamorarse y aguardando la llegada del ser que las ame desmesuradamente. Pero existe algo truculento detrás de todo este amor que aspiran, en donde ustedes ven esas amorosas personas, después son crueles bestias incontrolables, no estoy afirmando que sea un patron exacto, pero se preguntarán mis queridos lectores ¿por que crueles bestias incontrolables?, pues bien mis queridos lectores he de transmitirles que esas personas no son seguras de si, que necesitan que el mundo o alguien las ame, las idolatre, para llenar el ego que se encuentra dentro, pero aquí existe una terrible confusión, por que ego no significa amor propio, amor propio es aquello que el mundo carece, son esas ansias de mejorar, ansias de la inmortalidad, aquellas ocasiones que al mirarte en el espejo, mires tu virtudes y aspiraciones; y ¿que ocurre con el ego? El ego es un monstruo, se alimenta del bondadoso mundo, de su buena voluntad y la transforma en una imagen extraodinariamente deformada a la realidad, el ego debe ser sigiloso y en pequeñas cantidades, con una pizca basta, sin embargo, si existe amor, el verdadero amor a uno mismo no hemos de necesitar al ego en absoluto, ni alguien quien lo alimente. Soy un mortal común, no lo niego, y tal vez yo tengo un enorme monstruo dentro, pero no he de juzgar a nadie, nadie es perfecto, la perfección es mera vanidad... Pero la vez próxima en que su alma esté torturandose por el hecho de no tener al ser amado junto a ustedes mediten, y encuentren la causa de su tan triste falta de determinación.
Éxito en el amor, que les cante al oido su melodía y ustedes leviten de alegría.
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