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domingo, 8 de febrero de 2015

Sin presencia (21)

Capítulo 21

Lúbia ponía la ropa a secar cuando a lo lejos se encontraba aquel hombre que en sus sueños le atormentaba, estaba sentado a la orilla del río y parecía estar concentrado en el contante movimiento de éste, Lúbia respiró profundamente y con el cerebro oxigenado planeaba no perder el control cerca de Ignacio, se acercó sigilosamente y se posó a un lado suyo.
—Que bello y enigmático parece el río, tan escandaloso que es y simultáneamente es uno de los sonidos más relajantes.  
 Él la miró sin que Lúbia se percatara, su cabello se alborotaba con el viento y dejaba asomar sus rojas mejillas coloreadas por el intenso calor, un escalofrío le recorrió la espina dorsal "Esta mujer está loca; o no me reconoce o es una maldita masoquista" Se dijo a si mismo, y en silencio se levantó del suelo y desapareció de la vista de Lúbia.

Ignacio observaba a Lúbia frecuentemente, notaba que era una chica tan normal como todas, a excepción de su timidez, cada vez que sus miradas se cruzaban, Lúbia le miraba con ternura. Su parte favorita era cuando Lúbia tendía sus prendas, Ignacio tenía mayor oportunidad de mirarla puesto que ella no se percataba de ello.
—Ni si quiera lo pienses amigo—dijo un muchacho del campamento, Ignacio lo miró por un segundo y seguido retorno la mirada a Lúbia.
—No pierdas el tiempo, lo digo en serio, a Lúbia nadie ni nada la sorprende—insistió el muchacho.
—¿Lúbia es su nombre?—preguntó Ignacio sorprendido.
—Si, ¡oye! ¿Eres nuevo? ¡Claro que si! Bienvenido compañero, es bueno tener nuevos contribuyentes a la causa.
—¿conoces su nombre completo? ¿De dónde viene?.
—¿Lúbia?—Ignacio asintió.
—Lúbia no habla de si misma, es una Coppelia, lo único que hace es suspirar, si quieres saber de ella te deseo la suerte del mundo, a duras penas conseguimos saber su nombre, fue mediante un juego que ella misma hizo. Suerte con tu conquista. 
El chico se apartó y se dirigió a un grupo de muchachos que partían la leña.
A pesar de que Ignacio recordaba aquel suceso, al mirar a Lúbia era un momento de paz, de tranquilidad, inspiraba a que olvidase cualquier error que en algún momento cometió, pero al igual que la velocidad de la luz los peores recuerdos de la vida lo aterraban y bien sabía que Dios no tenía un buen lugar en la llegada de su muerte, su alma rondaría  alrededor del mundo sin saber qué, ni quién es. Perdido en el taedium vitae y estaba convencido de que no era digno de nada, ni de nadie, el amor superaba sus expectativas, se creía destinado a algo más devaluado, carnal, a la voluptuosidad misma, placeres que en corto tiempo olvidaría, ese creía que era su destino, pero Lúbia hizo desaparecer aquellos pensamientos de Ignacio, se preguntaba si aquel latir tan acelerado cuando ella estaba era amor, esa pesadez de saber que se encontraba en la Capilla del amor por su víctima, ¿de qué servía estar enamorado de alguien que pronto tendría que destruir?, ¿soportaría perder aquella primera mujer que había despertado algo más que su sexualidad?, no, no lo valía y tenía que parar, romper con todo lazo que hiciese recordarle su malicia hacia ella, volver a empezar, ¿conquistarla? Jamás, Lúbia no merecía a un hombre parecido más tenía que alejarse, seguir atormentado y pagar las consecuencias por sus actos. 

domingo, 1 de febrero de 2015

Sin presencia (20)

Capítulo 20 



Ignacio Hernandez, trabajó durante el bachillerato en una micro empresa que vendía bicicletas, mantenía al corriente gastos de ésta, estuvo detenido durante algunos años por robo a mano armada en el transporte público, aunque parecía ser un completo inútil, era astuto en extremo, ayudaba a traficantes de drogas y mercenarios para "ocultar evidencias", algo que no habría de servir porque lo único que Ignacio hacía era sobornar a los presentes, un hombre tan lleno de vicios como cualquier ser humano que tenga relación con los asuntos de la mafia, rodeado de hermosas y muy costosas meretrices, consumidor de heroína y prácticamente alcohólico, tenía excelente fama entre los mafiosos y fue cuando Fernando Ugalde —gobernador—, lo llamó para un pequeño trabajo, sabiendo que además de bueno en lo que hacía era un hombre fiel y confidencial.






Estimado señor Ignacio Hernandez:






Solicito enteramente de sus servicios, espero contar con usted, tengo fe de que es un hombre confiable y no ha de fallarme, comuníquese conmigo para aclararle dudas que usted posea. 






Con toda mi gratitud D... 






Fernando Ugalde no era un hombre estúpido, sabía lo que hacía sin embargo todo se le escapó de las manos, alguien le dio a conocer el movimiento de "Vitam impendere vero", no tenía ningún problema hasta que se enteró que era un movimiento silencioso y sin protesta, aquello no tenía ninguna buena pinta, eso terminaría en un mayor escándalo, no podía permitirse a si mismo que aquellos se salieran con la suya, fue entonces que conociendo a aquel hombre, lo enviaría para ser un partícipe más de aquel movimiento.






Al llegar a los adentros de la selva, Ignacio se encontró con una comunidad en tiendas, realmente no tuvo ninguna dificultad para unírseles, sólo se instaló y fue parte del movimiento, realizó cada paso a seguir que Fernando le había dicho, era un espía entre ellos.






El día era enardecedor, partieron de la selva, no entendía el por qué de sus vestimentas con tonalidades del arco iris, los observaba cuidadosamente a cada uno, y analizaba sus expresiones, se cuestionaba a si mismo el por qué habría de sabotearles cuando no eran nada más que un grupo de "hippies" tratando de parar el calentamiento global o crear una ley a favor de los animales, después al mirar al ultimo de la fila vio a una jovencita de no más de 18 años, no era muy agraciada, pero en su rostro podía ver carácter y ternura, jamás había visto a aquella mujercita dentro del campamento, luego dentro de esos segundos lo esperado había llegado, seis camionetas pararon cerca suyo, no lo reconocieron y al igual que los otros lo detuvieron, con las manos atadas y jaloneado por dos hombres, vio a aquella mujercita a lo lejos, como si fuese un espíritu, los cuerpos de todo el mundo parecía atravesarla, y al seguirla con la mirada la muchacha subió a una de las camionetas sin esfuerzo alguno, llegaron cegados a un lugar y todo ocurrió, sólo escuchó la voz de la mujercita e incontables disparos, finalmente se descubrió los ojos y miró a aquella gente tirada sobre el piso y cubierta de sangre, de inmediato buscó a la chica con desesperación, no hallaba explicación alguna para que una chica terminara con casi treinta hombres o más.






Ignacio pasó la noche en uno de los pueblos cerca de ahí, en la primera oportunidad que tuvo, contactó a Fernando.






—Algo resultó mal.


—¿qué demonios? ¿Por qué Isaac no ha confirmado nada?.


—Usted es un idiota, esto no es un juego, estos tipos tienen todo perfectamente planeado, una chica de no más de 20 años, asesinó a cada uno de tus cómplices, estaba cegado y no logré ver como fue que lo hizo.


—¿todos se encuentran muertos?.


—Supongo que algunos huyeron, ésta niña es mayor peligro, debería cuidarse de ella.


—¿una niña? ¿Tengo que temerle a una insignificante niña?.


—Eso es lo que dije, es extraño lo que le digo pero cierto, los asesinó a todos ella sola.


—Encárgate de ella, destrúyela, seguramente de ella se sostienen porque es poderosa.


—¿Cómo? ¿Que quiere exactamente que haga?.


—Supón esto, esta señorita es taimada, salió de su casa, llena de esperanzas, pero no se sabe lo que le espera, es inteligente pero seguramente débil, ¿supones lo que trato de decirte?.


—Espero, la dejo viva pero herida.


—Ahora entiendes mi lengua, no quiero más inconvenientes, mantente comunicado, cada tres o seis días y si es que puedes, investiga su remitente y nombre, envíalo en cuanto puedas.






Ignacio ideaba una manera en la cuál debilitarla y la siguió durante días sin que ella notase su presencia, encontrar una debilidad de la cual sujetarse. La observaba detenidamente y escuchaba los consejos que daba a las muchachas de ahí, también a algunos muchachos, pero ella jamás hablaba de si misma, ¿qué oculta la maldita? Y aunque enamorado de su sutileza, el odio hacia su inocencia y sabiduría hacían que él imaginara estrangularla, pero tenía bien sabido que eso no era inteligente, todo habría colapsado si ella muere repentinamente, "ahora Ignacio, piensa en tu madre, ella era tan hermosa, débil, una prostituta que contrajo VIH, escúchala, ¿qué la devastó?, tu nacimiento, y te maldijo por todos aquellos años que a su lado compartiste, ¿quién fue tu padre? ... Interesante..." Y dentro de sus cavilaciones lo más horrendamente genial que podría haber planeado. 


Eran las tres en punto de la mañana, los guardianes de la noche se encontraban plácidamente dormidos, y la tienda de la chica se encontraba aislada y solitaria, entre la oscuridad, cerca, el río se escuchaba y la luz de la luna era mucho más brillante que en otras noches, en silencio logró entrar a la tienda, ella estaba recostada, encogida y suspiraba, Ignacio tomó su camisa y la puso sobre la cara de la muchacha, la sujetó bien de los brazos mientras ella se retorcía con rapidez, gritaba pero la camisa que llevaba en la boca la dejó sin respirar, la ató de inmediato amenazándola, tomándola de las piernas pudo sentir su piel fría y tersa, disfrutó cada momento, y miraba su rostro cubierto de sudor y lágrimas, "es hermosa" se dijo a si mismo, tenía el enorme deseo de soltarle y alejarse, pero siempre había terminado su trabajo, era hora de quebrantarla, y la sintió, ella se retorcía cada vez más y él no paró hasta sentir el último y único paso a seguir. La golpeó en la cabeza haciéndola desmayar, la desató y fue directo a su tienda, jamás había sentido remordimiento de un crimen, sin embargo el rostro de la muchacha se aparecía cada momento en su mente. Soñó que ella lo abrazaba y le decía cuanto lamentaba su desdicha, pero lo perdonaba, se alejaba y él sentado sobre una silla veía a su alrededor pequeños cocodrilos feroces que trataba de morderlo, y lo miraban con coraje, "lo pagarás"con sus ojos transmitían y del terrible sueño despertó.