Leo cartas, leo las cartas que por vergüenza nunca entregué,
percibiendo que, cada una es una fotografía de mí misma describiendo cada
aspecto que de ti me sentía segura y ampliamente enamorada. Las veo con la
esperanza de dejar de idealizarte a tal grado que al final pueda aceptar que
terminó. En ellas descubro que este camino, solo me llevó a una
decepción profunda y dolorosa. Las reviso para aceptarme como soy, que te amé,
que te tuve y que dolorosamente te dejé ir porque no era yo para ti. Para permitirme volver a creer en nuevas cosas, en vivir de nuevo algo
bello, en olvidar el miedo al rechazo, en aventurarme nuevamente a las andanzas
bellas del amor. He retomado las cartas porque todo lo que doy, tengo derecho a recibirlo y vuelvo a mí, porque puedo dar mucho, porque puedo darlo todo,
porque me nace, porque amo al amor y sus matices, porque, aunque me duela y me
pese en el alma, sé que simplemente es un dolor merecedor del síndrome de
abstinencia, ya que, el amor es sustancia en el cuerpo, es placentera y muy adictiva,
pero también sé que no hay amor más grande que pueda dar, que el que me he dado
a mi misma. No soy perfecta, soy humana y tengo errores, quizá me equivoqué,
quizá no, quizá cuando sane, me percate que fue lo correcto. Igual no importa,
leo cartas para convencerme que lo que fue ya no será y habrá nuevos caminos
para recorrer, nuevas misiones, nuevos mundos en los que podré viajar entre sus cielos
y paisajes. Dentro he descubierto que feliz y triste puedo tener mente para
lo que amo, para poder desearte que encuentres a quien sea digna de
ti y seas feliz. Desempolvo las cartas para tener esperanza de que alguien es digno de mi
y yo soy digna de él/ella. Leo las cartas que nunca te envié para que mi cuerpo
y alma te deje ir, sanamente y sin rencores, porque pienso que, es ilógico
desearle mal a alguien cuando le amaste tanto. Las dejo perderse,
porque bien me gusta recordar, pero también quiero sanar y retomar.