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lunes, 4 de junio de 2018

La soledad y la existencia


La soledad y la existencia

Este es el mejor momento para hablar de ello, la soledad. Siendo seres tan sociales y dependientes de la compañía de otros, la soledad parece un tema agobiante, lo es, pero ciertamente no puedo negar que es el estado más pleno y bello que he tenido en algún momento, el ensimismamiento es más certero, placentero y de modo que disfrutas cada momento, tu propia compañía te sacia un apetito que nada, ni nadie podría saciar. El problema real–en mi opinión–, es sentir la soledad cuando la hay infinidad de gente que teóricamente debe estar, porque a lo que a mi concierne causa un estado de añoranza, un estado en el que crees que la compañía de tales personas puede ser la solución y esperas, esperas, esperas, esperas y nunca llegan, entonces sufres, lloras y te acongojas. Esa es la soledad a la que estamos sometidos

Ahora me forzo a llorar por las noches para dormir a gusto, cansada, sola, en la oscuridad del cuarto, cubierta con las sábanas más pesadas de mi existencia, así es la existencia, es pesada, la existencia duele, la existencia sofoca, la existencia no se aligera nunca, nunca pasa desapercibida, siempre existo y por ende siempre duele. Y después de todo estamos vivos y existimos ¿qué si no?, no hay fin en ninguno de nosotros porque hemos de cumplir una única premisa existir, luego morir, pero muerto mi cuerpo continuo existiendo y entra al ciclo, un ciclo en el cual permaneceremos eternamente, sin destruirnos, aunque no completos, aunque cada partícula diminuta de nosotros se haya separado una de otra y se encuentren cada una en diferentes lugares, esa es nuestra única existencia, no hay nada más, ni yo, ni mi mente, ni mi alma consiente permanece en algún lugar, nada, solo esto, nuestra materia, nuestras formas que se ven y se tocan. Entonces existimos y somos eternos, reencarnamos, en formas nuevas, en cosas nuevas, somos parte de otros seres, renacemos en ellos, luego terminamos en el universo, siendo parte de estrellas, planetas, gas y polvo, luego –en el fin inconmensurable–, nada.

Duele complicar la existencia, la soledad, duele saber que el mundo existe y a pesar de todo sentirse solo; y cavilas siempre, percatándote que sólo así puedes meditar y vislumbrar tu realidad ¡Pero ay como duele! Duele la realidad, que tu importancia se basa en la sociedad y nada más, no en el mundo natural. En tu pareja, tus amigos, la familia; tú solo no eres nada para el universo, eres consecuencia de un chispazo y nada más. La magnificencia es sólo todos los virtuosos caminos que recorrió la vida para llegar a lo que eres, que en sensu estricto no fuiste parte de una planeación.