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lunes, 2 de marzo de 2015

Nadie en la nada.


 
"Desperté.... Y el "Tic-tac, tic-tac" de ese maldito aparato penetraba en mis oídos, se reía a carcajadas en mi cara, veía mi miseria de hombre y yo lo percibía, quería que se callara alguna vez, si, ¡que se callara!; me levanté de la cama, con la cara cubierta de sudor, sin equilibrio, solo, sin un alma que dijera suspirando "buenos días", o una voz impetuosa gritando "¡el desayuno!", no, era yo y ese detestable reloj; lavé mi cara y miré mi rostro en el espejo, ¿quién era aquel que se encontraba reflejado?, lo dejé pasar por desapercibido, no había remedio ya, la locura cada día me consumía la razón, ¿qué más quedaba?, aceptarlo.... ¡Aceptarlo!; abrí la regadera y las gotas de agua como carbones ardientes caían sobre mi piel, el dolor me sometía, la ira corría por todo mi cuerpo, tomé una navaja de afeitar y vi como hilos rojos, largos y delgados corrían por la coladera.
Salí del baño dejando detrás mío huellas color carmín, me dirigí a la cocina, tome una espátula y la puse al fuego para después cauterizar la herida. ¡Ah! Si hubiesen visto como la carne ardía y ese aroma, ¡ah que aroma!, no existe mejor sensación que olfatear el alivio después de estar terriblemente herido. Eso, ¡alivio!, esa paz que jamás había sentido antes, ese respiro del ser, mi corazón desaceleró "bum-bum" si, ¡sí! Ese "bum-bum" que da por hecho mi vitalidad. ¡Pero... oye! Estoy pudriéndome por dentro, yo... Yo ya estoy muerto, no existe nada ni nadie quien me salve; pero aquel día, aquel día que parecía ser como los otros, resultó ser el más cautivante de toda mi existencia y tenía que seguir así. ¡Si! Que perdure por siempre. 
El sol radiaba en mis pupilas, sentía su calor por todo mi cuerpo, y ese horrible cielo azul, siempre petulante de sus encantos, me miraba y me dio aquella señal, una señal que al seguirla, la criatura más bella cruzó su mirada con la mía, no había un "Tic-tac, tic-tac" o ese abominable azul, era un momento espléndido y esa sensación de alivio volvió a mí, los labios teñidos de rojo sangre, dejaron asomar brillantes y blancas perlas en hilera, yo sonreí, me sentí feliz, pero como un chispazo desapareció entre la multitud; la busqué minuciosamente, por cada rincón y finalmente recordé que estaba loco.
Día tras día, al marcar las ocho en punto me encontraba en aquel lugar, buscando aquella mirada que se había grabado en mis pensamientos, a pesar de no tener éxito no claudiqué, ¿pasaron meses, años?, yo no sé, pero llegó el día, el día que asumí mi completa locura, por dentro lo sabía, por fuera la angustia me dominaba, odiaba al mundo, ¡lo odiaba! Hacía mucho ruido en mi cabeza, yo gritaba de desesperación; pero seguí esperando, no me importaba nada, sólo quería volverla a ver.
Estaba yo ahí, mirando a cada lado, distintos rostros -a todos los odiaba- pero llego uno en particular, era hilarante su expresión, estaba muy cerca de mi. Me devoraba con su mirada ardiente de alegría; después de un saludo y una hora, yo sabía todo lo que podía pasar por su mente, no me asombraba la manera que tenía ella de ser tan comunicativa pero sí su facilidad de expresarse con un desconocido; camine junto a ella, no paraba de sonreírme; odiaba su felicidad, toda su euforia que emanaba, ¡LO ODIABA! Pero simultáneamente me hacía pensar en eventualidades jamás idealizadas.
El silencio predominaba en aquella sala, de pronto me miró fijamente y se abalanzó sobre mí, me beso en la frente, luego fue beso por beso bajando hasta llegar a mis labios -que sensación tan más horrenda- sólo la maldecía en mi cabeza y deseaba que parara, ¡¿por qué no paraba?! Me fui alejando poco a poco, pero me seguía a donde yo fuese, ¡sólo quería que se detuviera! Sólo quería que se fuera, sólo su cuerpo cayó al suelo, quebrando la botella de vino, y el color escarlata se esparcía a su alrededor, el miedo me corría por la sangre; la levanté, después la traté de ocultar en un baúl vacío, pero el cuerpo frío dejó de ser dócil, fui en busca de un par de sábanas, le envolví cada parte de su cuerpo y la oculte debajo de la cama, no había muerto, su fétido aroma predominaba cada día transcurrido, y su estúpida sonrisa me perseguía a todo momento; le descubrí la cara, el hedor hacía que mis entrañas se estremecieran, y al ver su rostro putrefacto, me percaté de aquella criatura que amé por siete segundos, era ella, sus labios habían perdido ese rojo estridente, sus mejillas estaban cubiertas de moho, y sus ojos estaban apagados e inmóviles, era ella; sólo ella. Lloré con amargura, día y noche con ella en mis brazos, la besaba en los labios, le recitaba la lírica más bella, y al pasar las horas ella finalmente despertó, se levantó de mi regazo y al alejarse, su figura se fue disipando, luego desperté aquí, en esta habitación, donde no hay nada, la luz blanca lesiona mis pupilas, el suelo es frio, estoy inmóvil, estoy en la nada, ahora estoy flotando, ¿Dónde estoy?, tal vez ya estoy muerto pero ella me visita, me aconseja, me arrulla cada noche, me mira dormir y me despierta con besos enardecedores, el alimento cae del cielo, los sorbos de agua mojan mis labios, su amor se acurruca en mi corazón, pero ha perdido su rostro, ha perdido aquella sonrisa ancha, ella ya no es nada, ella no me importa y quiero que me deje libre, no la amo más, creo que la odio y eso me fastidia, la odio como a todo o nada, pero como podría yo despedirme de ella, no lo entendería, ella simplemente se desvanecería a llorar; no, no le tengo miedo, ella es solo un espíritu en el aire, su materia no es real, ella no es real; si, si le tengo miedo, llegará por mí y me atravesará el pecho con su daga de ansiedad, y su mirada dominante se clavará en mis ojos; el mundo se oscurece, me ahogo en un charco de caliente y espeso líquido, ahora yo como ella, soy nada" 
Y así, con el corazón destrozado, sobre el suelo y bañado de sangre, Rubén muere, algunos dicen que el espíritu de su amada lo mató, otros, que ella jamás existió, hemos de dejarle al lector que se someta a su imaginación.
 

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