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viernes, 1 de mayo de 2015

Sin presencia (25)

Capítulo 25

Lúbia bajaba las escaleras del autobús, al alzar la vista su mirada convergió con la de un hombre con tez blanca y cabello negro como el topacio, un escalofrío recorrió su cuerpo, suspiró y siguió su camino, el conductor entregaba las maletas, ella tomó la suya y el hombre se acercaba poco a poco, sigiloso como una sombra apenas percibida, ella trató de correr pero la gente inhibía su trote, esquivando cada cuerpo que se le atravesaba, los nervios le erizaban los vellos, y cuando miró detrás suyo el hombre había desaparecido, verificó el perímetro, se encontró con distintas miradas, pero él no estaba en ninguna, al salir de la estación aguardó un momento para descansar de su pesado equipaje, luego de esto su mundo se tornó oscuro y los músculos dejaron de funcionarle. 

Al despertar, con el cabello mojado y las extremidades atadas a una cama, el hombre de la estación estaba frente suyo, sentado y observándola.
—parece que no eres nada fea. 
Lúbia amordazada no pudo emitir más que un suspiro.
—tranquila, pronto hemos de terminar con tu sufrimiento. ¿Sabes? Me contaron mil historias tuyas, y te creí invencible sin embargo aquí estás, vulnerable, sin que tu poder extraño te ayude, cuéntame ¿qué te hace tan fuerte como para matar a más de unos treinta... no, espera ¿cuantos hombres eran?, no importa, yo te perdono, si tu me ayudas, un favor solamente, responderás mis preguntas y quedarás libre.
Lúbia lo miraba directamente a los ojos, desafiándolo, se tragó el miedo y balbuceó un poco con la pañoleta en la boca, el hombre se levantó y se la quito con cuidado.
—¿estás dispuesta a hablar?—
—si—contestó ella 
—está bien, bienvenida a mis aposentos, aunque no vivo aquí sólo lo uso para cosas sucias, lamento no invitarte a mi casa, es muy bonita, te gustaría. Está bien, cuéntame ¿tu nombre es Lúbia? 
—no— el hombre se levantó y le dio una cachetada sonora 
—mira, no quiero que agotes mi paciencia, trato de ser bueno contigo, se buena conmigo, lo diré de nuev....—
—si supone que el dolor hará que sea y me convierta en otra persona, está bien, haga lo que le plazca, pero no, no soy Lúbia, si supone que voy a admitir lo que sea por evitar un golpe suyo o peor, no lo haré porque no soy Lúbia—interrumpió Lúbia 
—me parece que eres un poco...  Bueno, te daré otra oportunidad, tómate tu tiempo, volveré a preguntar, ¿cuál es tu nombre?.
—¿le servirá de algo saber el nombre de alguien que no necesita?.
—si, la verdad es que no pude haberme equivocado en capturar a la persona que me han descrito, soy bueno en lo que hago, no tienes por qué dudarlo, me costó trabajo encontrarte pero lo hice, tu rostro es un enigma, no podía recordarlo, es como si lo cubrieras con una máscara. Ahora no quiero perder el tiempo, mi jefe me exige respuestas.
—encuéntrelas usted mismo, creo que la manera más fácil que encontró fue atarme y torturarme a lugar de investigar, lo cual pienso que es muy mezquino de su parte. 
—mira que señorita tan sutil para decirme que soy inútil y holgazán.
—yo no dije nada parecido, pero si lo ve así, es porque es un "inútil y holgazán". 
—no quiero recurrir a nada más que palabras, te dejaré un momento a solas para que medites lo que me dirás.
Lúbia se quedó en silencio y con la cabeza baja y sin resistirse se dejó amordazar de nuevo, pensativa trataba de encontrar la manera de escapar de aquella desdicha, un plan, algo que no ameritase más que ingenio. 

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