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viernes, 1 de enero de 2021

¿Has sanado?

Mis queridos lectores, la ruptura de una relación es caótica, triste y merecedora de llanto. Hay muchas fases que podría desglosar en este momento para su aprendizaje y para catarsis mía: 

La primera, el convencimiento: el llanto y el pensamiento profundo de los momentos buenos, de las cosas hermosas que vivieron juntos te convencen que debes regresar, que fuiste tú el equivocado porque añoras cada instante hermoso que viviste. 

La segunda es igual de triste, el ensimismamiento de hallar una causa de lo que te llevó a romper lazos–si es que fuiste tú quien lo hizo–, sintiéndote doblemente equivocado por la decisión porque la mente sólo recuerda lo bello que viviste junto a esa persona. 

La tercera, la remediación: deseas con todas tus fuerzas regresar a él, quieres remendar todo error porque te culpas a ti mismo de la ruptura, fuiste tú quien se equivocó.

La cuarta, aceptación: después de todo no tienes por qué regresar quizá tiene nueva pareja o ya no se interesa por tí, aceptar que terminó, pero sigues culpándote a ti mismo de lo sucedido, hasta esta parte sigues pensando que todo estaba bien. 

La quinta, resignación: no es posible volver por más que creas que es una buena idea, él te odia en tus pensamientos porque –como dije antes–, fuiste tú quién erró, pero te resignas e intentas seguir. 

La sexta, replanteamiento: te preguntas la causa de la ruptura, quieres saber y recordar por qué llegaste a cierta decisión si todo estaba bien, pero el recuerdo queda difuso ante tus pensamientos.

La séptima, el recuerdo: estás ávido de respuestas, pero es como si todo hubiese sido borrado de tu mente, sin embargo, forzas a la mente llegando de nuevo al verdadero motivo y después de tanto, descansas. 

La octava, la realidad: el recuerdo llego a tí y te preguntas qué hacer con eso, cómo aligeras el dolor y resuelves que, no eras el único equivocado y es lo que lo aligera. 

La novena, la resolución: te percatas de que, la mejor forma de comprender un rompimiento, es comprenderte a ti mismo, es entender la causa de tu infelicidad te llevó a donde estás y tomas responsabilidad de tus actos, pero también que aunque no supiste comunicar tus necesidades,  aprendiste que él no cumplía con las mismas y nada de eso está mal, idealizar tampoco está mal, conformarse con algo por el hecho de que ya existe de ese modo es lo que no está bien, comunicar lo que nos apetece y llegar a acuerdos en los cuales ambos puedan llegar a satisfacerse mutuamente es lo más óptimo para continuar con algo que está roto. Entonces dilucidas que nadie estuvo equivocado, que fueron humanos sin herramientas para llegar a una solución, que apenas eran aprendices del amor, pero perdonas y te perdonas a ti mismo, es parte de la vida y lo aceptas con amor, agradeces lo vivido y te retiras orgulloso de saber que lo has superado, has librado esta batalla, te llevas un aprendizaje nuevo; un aprendizaje que se agradece porque te impulsó a mejorar ya que, las ansias de sanar te comían el alma, ahora sientes  paz, dejas ir el pasado y aseguras tu presente.

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