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miércoles, 24 de febrero de 2021

Cuentos de Oscar Wilde

 Cuando era pequeña odiaba la idea de leer o siquiera aprender. En general, nunca he sido buena en el estudio, siempre he sido mediocre para la escuela y creo que es mi signo. Siempre que intento concentrarme, recuerdo aquellos días en los que tenía que sentarme a hacer tarea y mi mente se dispersaba en la habitación, pequeños pedazos de ella se enfocaban en distintas cosas con la finalidad de evadir la tarea principal. También odiaba ir a la escuela, la idea de conocer gente me parecía un tanto intimidante porque nunca supe como hacer amigos. A veces parecía que se me facilitaba, pero otras veces me sentía acorralada porque socializar era difícil, yo quería que alguien llegara y me dijera que fuéramos amigos, sin embargo, nada de esas cuestiones son así de fáciles, para tener amigos había que dejarse llevar por el momento y que las cosas se diesen naturalmente. En este proceso, mi madre insistía fervientemente que leyera algo y yo por razones de una niña, que prefiere jugar en la calle que sentarse a leer, me negaba. Y fue una batalla entre mi madre y yo para que me accediera a leer algo. Fue entonces que mi papá se dignó a tener un papel en mi vida y me llevó por vez primera a una librería. Yo siempre me he considerado muy visual, y veía a los libros con ilustraciones a colores, empastados de colores y los títulos con letras doradas. En ese entonces teníamos poco presupuesto y mi padre sólo prometió que aquellos libros serían para otra ocasión, mientras tanto, eligió para iniciar mi hábito de lectura, un libro de los cuentos de Oscar Wilde

Miré ese libro con disgusto puesto que era de una edición de pasta blanda con letras impresas en cartón plastificado y adicionalmente, no tenía dibujos. Mi papá me decía que era necesario comenzar lecturas de ese tipo para hacerme el hábito de la lectura, pero siempre lo creí innecesario, siempre me pareció que la lectura era para otra gente, no para mí. En fin, sólo inicié la lectura de las primeras páginas y lo dejé. Después descubrí un libro de poemas, los cuales me causaron gran fascinación por el modo tan gracioso en el que escribía. Era un libro de Rafael Alberti, donde había un poema que narraba la historia de una vaca que se hace pasar por una mujer y un señor que muere de aburrimiento. Tan hilarante era el libro que lo leía y leía, cada vez que podía. Y cuando menos lo esperé, descubrí nuevamente en mis manos el libro de cuentos de Oscar Wilde y me aventuré a leerlo nuevamente. Tardé días en terminar uno de los cuentos, pero ha sido una experiencia inolvidable; apenas terminaba de leer el ruiseñor y la rosa, cuando mis lágrimas brotaron y corrieron por sobre mis mejillas, sentí el pecho presionado y la sensación misma de la injusticia cuando tu madre te golpea cuando alguien te acusaba falsamente.

Las lecturas de Oscar Wilde son algo más que enseñanzas, son verdadera pasión plasmada de alguien que sintió a la belleza misma ante sus ojos y creía a la especie humana merecedora de deleitarse con ella, pero al mismo tiempo, sabía que la humanidad la impregnaba de lo más impuro por su misma naturaleza. Creo que Wilde siempre trató de hacernos sonreír o llorar, manipulando sus historias a su antojo y de un modo tan profundo que generalmente vuelves a replantearte tu visión ante la realidad y que si un ruiseñor dio su sangre por los pesares naturales que suceden en la vida de un estudiante para después terminar por debajo de las ruedas de un carruaje, igualmente la vida continúa y pasa a otra cosa.

Quedé enamorada y extasiada, porque a mi parecer Wilde fue pionero en este arte de escribir novelas cómicas sobre el amor, las llamadas comedias románticas. Situaciones que vemos recurrentes en una de estas como un gran alboroto por un malentendido en El abanico de Lady Windermere o el gran chisme que se desarrolla en La importancia de llamarse Ernesto, situaciones que se tornan graciosas por ser de ricos, riéndonos de que sus problemas ya que son un chiste ante las desigualdades sociales que para entonces no se visibilizaban.

O bien, en El retrato de Dorian Gray, donde la alta clase solo enaltece la belleza mientras esta se tenga y para mantenerla, llegas a matar a tu mejor amigo o dejas al amor de tu vida en el camino.

Creo que Wilde es de mis mayores referentes por su modo de escribirnos y continuar con su carrera incluso dentro de la cárcel. Wilde nos dio bellas historias y cavilaciones sobre su forma de ver al mundo y cómo la belleza del arte es en si mismo de quien lo hizo, de quien lo critica y de quien lo mira.

Esta, más que una opinión, es un enaltecimiento a Wilde. Siempre Wilde me ha salvado de entre la penumbra, y siempre sus ojos me miran con entendimiento. Yo sé que hay mejores, pero no hubo nada mejor que haber crecido con Wilde. Creo que después de todo, todo aquel que guste de la lectura, tiene un espacio en su corazón para Wilde.

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